La maldita zona de confort

Lo que aprendí sobre el no estar desafiados

¿Quién dijo que tenemos que estar todo el tiempo apasionados por lo que hacemos? ¿Que hay que tener un norte bien marcado? ¿Que estamos motivados solo cuando tenemos desafíos y que la zona de confort está siempre mal? Yo no se quien fue, pero sí se que nos cagó la existencia.

Desde hace tiempo vengo pensando sobre esto. Quizás es la edad, las careteadas de la gente en las redes o el compartir mucho tiempo con centennials, pero es algo que me sorprende y al mismo tiempo me preocupa. No tanto por mi, aunque un poco sí, sino por mi hijo o la gente que me rodea.

Hoy todo lo que consumimos –lease películas, libros, artículos, series, videos– tiene que venir con un componente que te enganche desde el principio y que se mantenga con la misma intensidad durante todo el contenido. Si ese componente se pierde, se pierde el consumidor.

Hoy no soportamos no saber cuánto queda de algo. ¿No te pasa que te mandan un video de más de 40 segundos y cada 10 tocás la pantalla para saber cuánto queda? No importa si te está gustando o no. Te mata la ansiedad. Necesitás saber si vas por la mitad, si está por terminar, si te queda mucho. Es desesperante.

Así fue como en el laburo caímos en esta trampa. Por creer que todo el mundo está en la misma; que no soporta la meseta, la exagerada paz de la rutina y la falta de cambio, nos convencimos de que ciertas personas necesitaban un cambio de proyecto/dinámicas. Algunas por estar hacía mucho tiempo en el mismo proyecto y otras por sentir que no estaban del todo desafiadas. Planeamos varias alternativas para darles ese cambio, pero nada salió como lo pensábamos.

Al juntarnos con estas personas –las que creíamos que estaban “aburridas” o poco motivadas– nos encontramos con respuestas totalmente inesperadas. Al menos tres de ellas nos dijeron “¿por qué querría un cambio? Así estoy bien y me hace bien seguir así”. Fue un shock para mí. Estaba convencido de que iban a elegir el cambio sin dudarlo, pero nada que ver.

Aprendí mucho de esto. Me hizo ver que hay personas que abrazan la rutina, que no necesitan saber cuánto les queda de algo. Me hizo ver que la gente tiene momentos. Que no siempre queremos cambios, que hay veces que la zona de confort es importante para poder desafiarnos o motivarnos en otro ámbito. Que podemos querer la rutina en un lugar porque la energía está puesta en otro; en la familia, en un objetivo personal, en un noviazgo, etc.

Esto no quiere decir que la zona de confort está bien o está mal, simplemente quiere decir que no todos somos iguales y que no todos preferimos lo mismo. También quiere decir que cada persona es distinta dependiendo del contexto, las personas que lo rodean, del momento. Lo que hoy es mi nafta para poder andar, mañana puede ser la nafta que me prende fuego.

Así que la próxima vez que sientas que no estás apasionado o motivado por algo, dale tiempo, no te desesperes por saber cuánto queda. Tomalo como una señal de tu cuerpo que te esté pidiendo calma solo por el hecho de frenar o porque prefiere tener la energía puesta en otro lado.


Si te gustó lo que leíste o querés levantarme un poquito el ego, te invito a suscribirte a mi newsletter para recibir un email cada vez que escribo algo.